¿Qué haces cuando tienes ocho años y tus padres pelean? Drogarte con los frutos de un extraño árbol, entablar una amistad con la vaca que acabas de alucinar y contaminar la salsa esperando que en la cena el efecto hilarante devuelva el amor a papá y mamá.
Así arranca El árbol y la vaca, una novela corta y preciosa que tiñe de extraños colores las piezas que suelen configurar la vida normal de cualquier familia occidental. Los padres de Adamo, el narrador, van rumbo a un divorcio de lo más patético. La madre es una neurótica insoportable y papá un hombre gris con un brazo impedido que sueña con escribir la Historia de la Ornitología. El árbol venenoso al que Adamo trepa para refugiarse es un Tejo anciano en medio de la plaza. En lo alto Adamo avizora la pubertad como una isla lejana e inalcanzable. Pero todo llega en la vida. Y no sólo llega, también pasa. Una vez adulto, el niño hace su balance y, por fin, cuenta la historia del mítico árbol, la vaca y todo lo demás.
El autor de esta y otras historias en apariencia sencillas es Adrián Bravi, tiene 54 años y nació en Buenos Aires, aunque vive en Recanati, Italia, donde trabaja como bibliotecario desde hace 30. En 1999 publicó su primera novela, escrita en español, y en 2004 hizo su debut escribiendo en italiano, con Restituiscimi il cappotto; a las que siguieron La pelusa (2007), Sud 1982 (2008) y Il riporto (2011), entre otras. En la mayoría de ellas los temas son tópicos de la literatura contemporánea narrados con naturalidad y expuestos a un aire que los desdibuja con lentitud, los lleva a una bella deformidad para volver a su elemento como si nada hubiera pasado. Para ello utiliza el humor y la pasión enciclopédica que suele guiar los conocimientos más duros requeridos por los sujetos de enunciación para no perder un solo detalle de lo que se cuece en la historia. En este caso, El árbol y la vaca cuenta con numerosas entradas sobre lo que se sabe, se dijo y se fabuló sobre el Tejo, un árbol de cierta toxicidad vinculado a la muerte, pero también al paso hacia la inmortalidad, a atrapar demonios y a envenenar con sus arillos, que ha sido motivo de versificación desde la antigüedad hasta el presente
No es un árbol para jugar, pero parece que en la vida de Adamo, no hay otros espacios para hacerlo. En medio de un matrimonio que se ha convertido en una temible e incontrolable tormenta, dedicarse a jugar puede ser tóxico; pero también imprescindible para resguardar la privacidad infantil y permitir la transformación, aunque se salga maltrecho.
Tiene buena pinta! Me lo apunto
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Excelente argumento. Actual y vivo!
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Me parece que ese libro no ha llegado a México y, hasta cierto punto, me da gusto porque me he auto-impuesto un vedo a comprar más libros hasta que termine de leer los que tengo ya en formados en mi librero. Ahora espero que, para cuando termine mis libros, El árbol y la Vaca ya esté por estos lares porque suena muy bueno. Gracias por compartir!
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