Una recompensa espera a quien logre adaptarse al sincopado ritmo de Laberinto: la de haber leído una de las mejores novelas escritas en Córdoba en los últimos años. El lector no la tendrá fácil al comienzo. La desmesura de aliteración, rima, hipérbaton y los neuróticos golpeteos en el parlamento pueden colmar la paciencia de cualquiera; pero una vez aprendidos ciertos patrones lingüísticos en las primeras páginas, la novela no deja de sorprendernos en cada capítulo.
Florencio es un treintañero bibliotecario con un trastorno del espectro autista. Vive solo y sin amigos, desconfía de la historia familiar y cree que es hijo adoptivo porque su altura no coincide con lo que la genética dice, según lo que se conoce como talla Diana. Sus hermanos se burlan de él y su padre le inventa un síndrome llamado “del Laberinto” y asegura que los demás defectos personales se deben a un gen recesivo.
Con un entendimiento literal de la realidad, problemas para socializar, obsesiones, rituales y un lenguaje cargado de florituras y simetrías, Florencio irá en busca de su identidad. Su hoja de ruta será el buscador de Google. Allí encontrará no sólo los datos que necesita para su investigación, sino la traducción entre nuestro mundo sin Asperger y el suyo. “Soy Florencio y dudo de que ustedes sean mis padres porque son lindos y yo feo”, dice luego de pasar la noche googleando.
Es una tragicomedia con escenas desopilantes y paranoicas, recuerda a El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon, o a la trilogía de Simsion, protagonizada por el también inolvidable Don Tillman, novelas que indagan sobre la vida de personas con autismo.
Laberinto es otra de las historias que nos ponen en la vereda de los neurotípicos, que nos llevan al hueso de la condición humana, algo que muchos autores desdeñan por no poder abordar. Porporato la tiende sobre la mesa de disección con la cadencia de quien parece no poder escapar de un extenso hip hop. Las combinaciones entre personaje, tono y trama generan un humor sórdido que multiplica el disfrute.
El autor cordobés ideó un desafío literario que parece imposible en los planes y, sin embargo, se mueve. ¡Y cómo! Al grado de que su prosa no podría ser reemplazada por ninguna otra para contar esta historia.